La danza y mi cuerpo
Algunxs lectorxs
capaz pensaron que iba a describir el remember con alguna pareja o mejor
dicho, ex pareja, pero noooo… no todo se trata de relaciones vinculares, a
veces se trata de la relación con una misma y esa relación a veces se vuelve
tóxica, amistosa o a veces ni existe.
Mientras
estaba en mis clases de flexibilidad para el cuerpo, previo a la sesión de danza,
mi maestra nos preguntaba el o los motivos que nos impulsó para tomar la formación,
en realidad, es una tarea para todo el primer trimestre, parecería bastante fácil
decir las razones, al menos para mí, pero ahora que he ido sensibilizando mi
cuerpo, mi mente y mi corazón con la danza, me comienzo a dar cuenta que no
solo es el gusto por moverse y estilizarse, sino que la danza tiene una
profunda relación con el cuerpo, este tiene memoria, puede evocar cada caricia,
palabra, aroma, sabor, imagen que le llevó a ser feliz o lo contrario,
completamente infeliz, el cuerpo no distingue tanto eso, pero recuerda todo.
La danza está
ligada al movimiento y este a la vida, a los ciclos, las transformaciones,
desde niña sentí que mi cuerpo podía moverse como quisiese, pero a través del
tiempo, la cultura, las creencias y las herencias, me alejé de esa relación conmigo
misma.
“No te
toques”, “las niñas no se sientan así”, “no te muevas así”, “compórtate”, “cuando
seas grande…”; hasta que crecí y empecé a hacerme
“grande”: “una mujer de bien no se comporta así”, “pareces pu...a”, “eso
no está bien para una señorita”, “cuando seas mayor…”; me hice “mayor”:
“eso ya no es para ti”, “ya no eres una jovencita”, “pareces loca”, “a esta
edad se te ocurre”, “ya ni has de poder”. Hasta que me morí.
Hey! No se
asusten queridxs lectorxs, aquí ando en la vida, pero murió algo dentro de mí,
los prejuicios, los juzgamientos, los señalamientos, las cargas, o al menos algunas
de ellas he ido eliminándolas de mi cotidianidad, volviendo a mi esencia, lo
que es mío, lo que me hace ser quien soy, irrepetible, en este tiempo y espacio.
Mirarme nuevamente
con amor, con-pasión, con respeto y humildad está siendo un viaje interesante,
reconocer mi propio camino, aquel que me ha traído hasta aquí para hacer
diferente, para cambiar un patrón.
Debo decir que
a momentos está siendo difícil, me enojo conmigo misma, por un lado me di
cuenta que me enfado por no hacer este proceso más rápido porque “ya debería
aprender”, he ahí, un mandato que no es propio, sino uno que me ha sido
impuesto desde mis 8 años, sí, desde ahí, es un largo tiempo y a mis 40 y más
años, como diablos entonces voy a cambiar eso de un día para otro? ¡Aguanta! ¡Suave!
Luego me enojé
con mi cuerpo, ¿cómo dejó de ser flexible si eso era tan propio de mí cuando
adolescente? ¡¡¡Por favor!!! ¡¡¡Adolescente!!! Cuando había esos mandatos de cómo
ser y cómo no ser, mi cuerpo se fue encogiendo ante tantas voces, literalmente haciéndose
bolita para defenderse de tantos dedos señalándome, tapando mis oídos para no escuchar
tanto ruido, fue así que dejé de moverme como quería y sentía, creo que en los
múltiples encuentros íntimos (relaciones sexuales) en verdad han sido
parciales, por así decirlo, entregando-me y no entregando-me, sí y no, un
poco, pero no todo. Esto determinado por el dolor emocional, según dicen,
es como el peor dolor físico que hayamos experimentado en nuestra vida, pero no
sabemos dónde duele a diferencia de lo físico, ese dolor emocional que
pareciera que duele todo, pero no se ubica en un lugar, aparece y desaparece,
no se puede tocar, pero él sí nos toca, parece que nos sentimos morir, y
queremos acabar con todo nuestro ser a ver si así termina de doler la vida,
entonces me encogí para mis adentros, como si yo misma fuera una coraza que me
defiende de eso tan profundo que tiene mi ser, porque ha dolido tanto que prefiere
no salir, no mostrarse y morir ahí dentro. Ahora que empiezo a moverme, la
coraza va cayendo como una cascarita, no ha sido tan dura, pero sí lo
suficiente para haberme protegido por tanto tiempo, ahora ya no hay amenaza,
ahora he entendido que a veces las personas que he amado, pueden estar y
marcharse, no porque sea mi culpa, o porque yo haya hecho algo para que así sea,
es solo su camino, su decisión y no tiene que ver conmigo, y aún cuando así
sea, también es una decisión de la otra persona, yo solo puedo ser responsable
de mí y ahora, a diferencia de mis 8 años, no me voy a quedar sola, hay una red
de apoyo personal tan profunda y sentida que sé que no me soltarán, que irán a
mi encuentro para sostenerme para no morir de ese dolor emocional.
Si me preguntan
cómo sobreviví desde mis 8 años, es que ni yo lo sé, por la gracia divina de
Dios y sus misterios, y no creo que haya sido tan fuerte porque caso contrario,
no estaría aquí escribiendo todo esto, sintiendo cada letra, cada paso dado
para dejar de sobrevivir y empezar a vivir mi propia vida, mi camino tal como
yo lo siento y lo deseo, con lo que me hace feliz, aun en la adversidad, esta
ya no podrá hacerme sentir que la muerte es la única salida para acabar con el
dolor.
Me pregunto si
esta será una de las razones para estar en mi formación en danza, creo que le
voy completando, aun no tengo una claridad, pero no es oscuro, cada vez hay un
rayito de luz que me permite volver a verme, a sentirme, a ser.
Por ahora, el
dolor físico de volver a moverme es real, como el enojo por no lograr todo de
una vez, eso solo quiere decir, que al fin me muevo, danzo con la vida, y
aunque aún no tenga ritmo, son y cadencia, voy construyendo mi propia melodía a
través de mi amor propio (aunque suene trillada esta frase), a mi ritmo, con
paciencia, con-pasión, comprensión y respeto.
Estoy amando
mi proceso, honrando cada paso, cada día, agradeciendo al Gran Misterio.
Les dejo una canción que me recuerda mucho mi proceso, que me la dedico, solo para mí... https://youtu.be/jziQEdlgz44?si=G6crywlJGkECKwpP
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar